La comandancia de la Guardia Civil de la zona, a cargo del inspector Gutiérrez, se personó en la escena. Inspeccionó la habitación y las instalaciones del Balneario y no encontró ni rastro de Cipriano.
En el cuarto del matrimonio encontraron las siguientes pistas:
- La ventana abierta y restos de sangre en el suelo.
- La habitación desordenada, con los cajones entreabiertos y la ropa tirada.
- Faltaban las joyas de Serafina en su tocador.
- Pisadas negras de bota de caballero. Parece que de dos personajes distintos.
Leocadia, la masajista, comentó que ella sólo oyó los gritos de lamento de Serafina, que se escucharon con estupor en todo el edificio. Antes del masaje a su clienta, vio a Cipriano y Amable en la cafetería tomando algo entre risas con miradas cómplices. Era algo que no le extrañaba pues, había visto esa situación millones de veces, aunque, a decir verdad, hacía tiempo que no se les veía juntos. A los otros dos hombres que Serafina había visto en el pasillo, no recordaba haberlos reconocido entre los clientes del hotel ni en la cafetería.
El Inspector Gutiérrez le sorprendió como al nombras a los hermanos Beltrán, Leocadia entraba en un aparente nerviosismo inquieto.
Serafina comentó, presa de los nervios y del dolor, entre sollozos; que vio en el pasillo a dos hombres de aspecto nauseabundo, con olor a alcohol y que parecían ocultar algo oscuro. Por otro lado, confesó las habladurías de la gente comentadas por Leocadia en el masaje que había recibido, donde comentaba un idilio amoroso de la juventud de su marido y de su amigo Amable y la sórdida desaparición de la mujer de este. De su marido comentó que siempre la trato con respeto y cariñoso.
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