Los sucesos de aquel fatídico día de todos los santos ocurrieron muy rápido. Cipriano y Amable hablaban en la cafetería sobre sus recuerdos de adolescencia. Cipriano comentaba y alardeaba a su amigo lo bien que le iba económicamente desde su casamiento con Serafina; pues su padre, era uno de los más ilustres joyeros de Guadalajara de relativa fama en Madrid. Algo que no pasaba desapercibido por los dos hombres de negro, que escuchaban y bebían cerveza en la mesa de al lado; los conocidos como "los beltranejos".
Las risas y carcajadas se tornaron poco a poco en recuerdos de mal sabor para Cipriano.
Amable había contraído matrimonio con una mujer hace ya algunos años, aunque la mala suerte se cebó con ella en el pantano al ahogarse en un caluroso día de verano; según comentaba Amable. El amigo de Cipriano comenzaba a recordarle algunas de las pequeñas fechorías que habían perpetrado ambos. Pero lo que más le iba a doler a Cipri, fue la declaración de Amable que le hizo: estaba enamorado de él. Nunca le había olvidado tras su adolescencia.
Presa del espanto Cipriano salió de la cafetería, mientras Amable le seguía a su habitación sin esperas.
Cuando llegaron a la estancia, la discusión fue a mayor entre los dos hombres, y Amable presa de sus celos y de su amor no correspondido; golpeó a Cipriano en la cabeza con el cenicero. Este golpe fue fatal y con tan mala suerte que Cipri, al ser golpeado, cayó por la ventana que estaba abierta al pantano.
De pronto apareció el fantasma de su mujer, que había fallecido en ese mismo lugar presa de otro asesinato de Amable y le dijo con voz quebrada:
- ¡Ahora pagarás todos tus crímenes y te reunirás conmigo en el infierno!
De pronto una fuerza empujó a Amable por la misma ventana que Cipriano, y al caer al agua una sombra le empujó al fondo.
Los hermanos Beltrán entraron en la habitación forzando la cerradura, esperando que en el interior encontraran resistencia de los dos hombres, deshacerse de ellos y poder robar las joyas de Serafina. Ellos sabían que allí había dinero y estaban acostumbrados a esos robos. Cuando entraron y se percataron que no había nadie en la habitación, se alegraron y registraron todo rápidamente encontrando el botín esperado y saliendo de la escena del crimen sin saber el hecho que antes había ocurrido.
El resto de la historia ya se conoce, los lamentos de Serafina al llegar a la habitación, la sangre y ventana abierta, la desaparición de su marido, y para colmo de males; dos días después sus lagrimas ante el cadáver de su esposo.
Por ello se sabe que en Buendía, todos los años en el día de todos los santos, un fantasma de mujer se aparece en las tórridas aguas y en el balneario buscando a nuevas victimas y apagar su sed de venganza por su asesinato vil cometido por su marido. El marido ya fue asesinado, pero ella siempre aparecerá eternamente.
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